The Beatles a la vanguardia.
1964, primavera en el hemisferio norte y por los estudios de United Artist corrían 4 chicos británicos, arrancando de una multitud compuesta casi exclusivamente por quinceañeras, se suben a un auto y (por esta vez) se escapan por un pelo. Era el rodaje de “A hard day’s night”, primera película de The Beatles y cuya misión principal era ser la cara visible del “soundtrack” (más álbum de estudio que soundtrack) y tercer disco oficial de la banda titulado (obviamente) “A hard day’s night”. 
A hard day’s night es una comedia en formato “reality”, sus actores principales (los mismos fabulosos cuatro) pasan toda la película tocando en teatros, viajando, escapando de multitudes enfervorizadas y cuidando del “abuelo de Paul” (un personaje fantástico, debo decirlo). Si bien tiene todos los ingredientes de una película, actores, diálogos, escenas más o menos preparadas, no deja de ser “un día en la vida de The Beatles”, no como las películas de Elvis o Sinatra, donde existía una historia y éstos encarnaban verdaderos personajes. Sus posteriores acercamientos con el celuloide fueron muy parecidos: Help! (Dirigida por Richard Lester, mismo director de A hard day’s night y que posteriormente dirigiría Superman 2) y Magical Mystery Tour.
Pero donde en verdad dieron en el clavo fue en Yellow Submarine. A pesar de ser una historia que giraba en torno a sus personajes (esta vez, personajes animados), poseía todo un mundo fantástico y psicodélico detrás, al estilo Alicia en el país de las maravillas, con personajes secundarios muy coloridos y excitantes, como los Blue Meanies y el “Joven Fred”. Incluso la musicalización llega a otro nivel, combinando temas originales de The Beatles como “Yellow Submarine” y “Only A Norther Song” y piezas incidentales creadas por George Martin dentro de las cuales destacan “Pepperland” y “March of the Meanies”.
Pink Floyd deja su marca en el Cine.
Si existía una banda destinada a realizar una película magnifica era sin duda alguna Pink Floyd.
En su afán de crear discos cada vez más conceptuales y con potentes mensajes, Pink Floyd lanza en 1979 el maravilloso The Wall, “Opera Rock” que poseía todas las características para ser llevado al cine. Un personaje principal (Pink), un contexto y una historia que se desarrolla a través distintos “estados” (locura, ira, depresión) de este personaje principal. La película no se hizo realidad hasta 1982 y en ella se muestra (casi sin diálogo) un personaje torcido, lleno de alucinaciones y dudas existenciales, las cuales se ven enaltecidas por las secuencias musicales (los temás del The Wall) y las extraordinarias secuencias animadas.
A pesar de tener grandes carencias (como la falta de diálogo y la atemporalidad de las escenas), el gran aporte de The Wall va por el lado de lo visual. El impacto que causan algunas escenas es simplemente fuera de lo común (para una película) y solo alcanzable a través de algo que Pink Floyd realizaba a la perfección: La sincronía entre lo visual y lo musical.
martes, 13 de octubre de 2009
Discos convertidos en peliculas parte 2: Casos emblemáticos
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